Luego,
al entrar a la sala de clases, sus compañeros me pidieron, que dado que ella
(la alumna en cuestión) había venido hoy a hablar con la Directora de Carrera,
si era posible entregarle un regalo de ánimo que le habían preparado, ante lo
cual obviamente les dije que sí. Luego, el momento de la entrega, fue bien
emotivo realmente.
Una
vez que la chica se fue a descansar a su casa, a los alumnos les pregunté:
"¿Qué nos pasa con la tristeza, tanto la nuestra como la de otros?"… …y el resto de la clase conversamos sobre aquello. Al final uno de los chicos me dijo, "profe, esta ha sido la mejor clase de innovación que he tenido".
"¿Qué nos pasa con la tristeza, tanto la nuestra como la de otros?"… …y el resto de la clase conversamos sobre aquello. Al final uno de los chicos me dijo, "profe, esta ha sido la mejor clase de innovación que he tenido".
Pareciera
ser que la Tristeza tuviese "mala fama" y por lo tanto, tratamos de
evitarla, evadirla, y "anestesiarla"... ...el tema es que cuando la
"anestesiamos", efectivamente dejamos de sentirla, pero al mismo
tiempo también dejamos de sentir cariño o alegría, pues así como cuando nos ponen
anestesia para no sentir dolor cuando nos operan, tampoco sentimos una caricia
o un beso, perdiendo así, la oportunidad de recibir cariño, apoyo, o que
florezca la belleza del ser humano ante una espacio de tristeza.
Como
emoción, la Tristeza surge cuando se pierde algo que VALORO. Es una mensajera
que me recuerda cuánto valoramos a alguien o algo, y que me recuerda a alguien
o algo que he perdido, y mucha veces al querer evitarla, pierdo la oportunidad
de entrar en un bonito espacio de reflexión y agradecimiento; no del
agradecimiento ante lo perdido, sino ante las experiencias vividas con ese
alguien o algo perdido, y el agradecimiento de aquellos que quieren estar
conmigo.
Entonces, cuando para mí hay algo que tiene valor, y lo pierdo,
entonces surge la tristeza como emoción. No importa el tipo de situación o circunstancias.
Desde perder a alguien querido que fallece, o terminar una relación, o hasta perder
un proyecto, o algo que deseaba mucho y no conseguí. El factor común aquí, es
que hay algo que perdimos, y a lo cual valorábamos mucho.
Decía que pareciera ser que la Tristeza tiene mala fama, por
lo que solemos ponerle la etiqueta o juicio de emoción negativa, lo que implica
entonces no estar dispuestos a entrar en ella, puesto que parece que aprendimos
que no es bueno estar ahí.
Dado lo anterior, me surge la siguiente pregunta: ¿cuál será
entonces la mejor estrategia para evitar la tristeza?
Si decimos que la tristeza surge cuando perdemos algo que
valoramos, pareciera ser que una gran estrategia sería entonces, quitarle VALOR
a las relaciones, a las situaciones, a las personas, o a las cosas… …en definitiva a todo aquello que apreciamos,
pues desde el momento que ya no valoro, ya no dejo espacio para que aparezca la
tristeza.
Así, ante el miedo de entrar en ella, aparecen frases tales
como, “vamos que todo pasa por algo”, “vamos que tienes que ser fuerte, ánimo”,
“vamos a buscar algo de entretención y pasarlo bien”, “no llores, que llorando
no se saca nada”, “vamos que la vida continua”, “no te preocupes, ya vendrán
tiempos mejores o habrá otras oportunidades”, “esto lo vas a superar”, etc., queriendo
generar de esto modo, una especie de falsa motivación que nos permita “saltar”
de ese espacio emocional que no deseamos habitar, quitándole valor a eso que
perdimos.
Me parece que esto nos ha llevado a dejar de escucharla, de
poner atención a sus mensajes, de permitirle que haga su misión para con
nosotros.
¿Esto quiere decir que tenemos que quedarnos permanentemente
en ese estado?
¡Absolutamente NOOO! Por supuesto que no. Quedarse en la tristeza, ya sería una estado
emocional o de ánimo de Melancolía, y no estoy hablando de eso, sino que hablo de
aprender a transitar el dolor que nos genera la tristeza, para poder reinterpretar
lo acontecido y reconstituir el espacio de bienestar, para reflexionar sobre
aquello que podemos hacer diferente o nuevo, por ejemplo ante el fallecimiento de
un ser querido, innovar en la forma de relacionarme con ese ser, o para aprender
a no tenerle miedo a eso, pues tenerle miedo al dolor, a la tristeza, implica
la aparición y generación de un gran enemigo, como es el camuflar dicho dolor y
sufrimiento, quitándole el valor.
Y para explicar a este “enemigo” de la tristeza, o esto del
camuflaje, tomo el comentario que me hizo una chica colombiana que conocí en Lima
en Julio pasado, ella me dijo:
-
Ustedes
los chilenos parecen personas tristes, pero son más sinceras.
-
¿Cómo
así?, le pregunté
-
Pues
nosotros ahogamos nuestras tristezas y dolores con alcohol y rumba, bajo una
falsa máscara de felicidad y alegría, y cuando llegamos a nuestros hogares y
nos encontramos solos frente al espejo, nos volvemos a encontrar con todo
aquello que queremos esconder, pues tenemos terror a que nos vean tristes…
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