Así, yo exponía que El Modelo “Tradicional” de Gestión (MTG), desarrollado bajo en el Paradigma Cartesiano, donde básicamente se entiende al mundo como una suma de individualidades, es decir, es un paradigma que divide y que no integra, y que ha fomentando en los seres humanos el individualismo, llevando así a creer que el pensamiento individual es la “verdad” (primero pienso, luego existo decía Descartes), está en crisis.
F. Taylor lo desarrolló muy bien y de manera científica, generando la llamada “Organización Científica del Trabajo”, entre los años 1978 y 1903. En Latinoamérica, la figura de este Jefe o Gerente Capataz, quedó bien ilustrada en la serie “El Señor de la Querencia” de TVN, donde los peones lo único que tenían que hacer, era cumplir con sus tareas individuales y cumplir los estándares determinados para ella, supervisados por un capataz autoritario, y muchas veces, tirano, sin tener opción alguna a dar sus opiniones.
Por otra parte, si antes el trabajo manual significaba un 90%, hoy tan solo representa un 20%. El tipo de trabajo que hoy predomina es el del conocimiento. Esto ha hecho que muchas veces los subalternos tengan mayor expertise que sus jefes, y que la tarea de un trabajador ya no solo sea individual, sino que hoy es la suma de: su tarea específica + las actividades de coordinación con otros + el aprendizaje continuo.
Ante esta nueva realidad, los jefes se han transformado en el mayor obstáculo de desarrollo para los empleados, por lo tanto la visión del Jefe Capaz debería desaparecer, para dar paso a un nuevo tipo de jefe o gerente; uno capaz de generar los espacios emocionales adecuados para el desarrollo de las ideas, uno capaz de relacionarse de manera horizontal, independiente de los cargos, en definitiva, se requiere de un gerente que sea un agente conversacional: un agente de intervención que, usando el poder de sus conversaciones, sea capaz de disolver obstáculos y conducir a sus equipos y a las organizaciones, por la senda que les permitirá resolver los nuevos desafíos.
Un NMG ha se sustentarse en el tipo de relaciones que existen al interior de las organizaciones y en los equipos de trabajo, en destinar tiempo a potenciar las fortalezas de las personas, y en generar los ambientes emocionales adecuados para desarrollar conectividad, aprendizaje y autogestión.
Y sí, entiendo que Chile no es Silicom Valley, pero, ¿por qué no podemos aspirar a ello?
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